A veces es tanta la pesadez,
tantas las cosas que tratamos evitar,
que es necesario crearse un paraíso.
Al menos un paraíso, vital o mental,
al menos que nos proteja de una vez de tanta incomprensión.
Al menos para huir,
para volvernos a sorprender con el mundo,
con la inocencia,
con el asombro.
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